En Cajatambo, de niños, pasar cerca al cementerio y por las noches era tenebroso; sin embargo, cada uno de noviembre el camino hacia “Macanacuta” o "Macanacota" es festivo: luces, velas, canciones, risas cánticos, oraciones e incluso amoríos al costado de la tumba de una ser querido se torna agradable.
De cualquier lugar de la ciudad, la noche se ilumina con las velas puestas con cariño. Nuestras abuelitas acostumbraban preparar los mejores potajes que ofrecían a los difuntos como el picante de cuy entre otros.
Al día siguiente, efectivamente del cuy solamente quedaba la cabeza y la abuelita se alegraba pensando que su querido difunto había saboreado el plato que había preparado, sin saber que el nieto travieso se había comido a escondidas…bueno. Son nuestras costumbres pero hoy adelantamos nuestro homenaje y recuerdos a quienes ya no están con nosotros pero desde el lugar donde se encuentran estoy seguro nos protegen. Muchas veces tenemos miedo a los muertos cuando debemos tener miedo a los vivos y también nos causa miedo la muerte cuando podría ser lo más grandioso y celestial.
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